miércoles, 13 de noviembre de 2013

Invictus

Todo se acaba. Lo bueno, lo malo. Todo. 

Han sido, más o menos, veinte meses. Casi dos años han pasado desde que empezó está aventura. Y hoy ya ha terminado. Ha sido una decisión algo repentina, la de cerrar este capítulo. No ha sido por arrepentimiento, ni por que haya bajado los brazos. Quizá no supe jugar bien mis cartas y ahora que han venido mal dadas, era momento de tomar una decisión radical. Y esa ha sido la de cerrar el capítulo. Empezar uno nuevo, aprovechando que llevo poco más de un mes con muchas cosas nuevas en mi vida. Un corte limpio, un puntillo de amargura y un nuevo horizonte. 

Veinte meses se dicen pronto. Pero entre las paredes que ya he abandonado viví un tiempo inolvidable. En lo bueno y en lo malo. En la compañía y en la soledad de tantísimas noches. No haré repaso de todas las ocasiones, porque aburrirían al lector y porque prefiero guardarlas para mí y para los que las protagonizaron conmigo.

Pero si. Se terminó el burgués. Se terminó el estar emancipado. Y es de justicia que también se acabe este blog. Aquí quedarán, como en una nube, los momentos y las sensaciones que me empujaron a juntar letras durante este tiempo. Es probable que yo sea su único visitante, empujado cada algunos meses por esa fuerza que me empuja siempre a escribir y a hacer tonterías varias. Una fuerza que no se como bautizar, pero que está en algún punto entre la memoria y la nostalgia. Se acaba el burgués. Se acaba el estar emancipado. Se acaba el blog. Se acaba este capítulo. Y últimamente me pregunto si no se habrá acabado también esa parte de mi que siempre había identificado como yo mismo. 

Pero hubo un momento, antes de abandonar mi habitación ya vacía, en que me detuve a sacar una foto que me sirviera de recuerdo. Y después de, click, capturar ese instante y observarlo en la pantalla del móvil, sentí que no. Que aquí sigo, perdido entre un montón de cambios e incoherencias. Aquí sigo, en algún lugar. Entre los errores, los cruces de caminos y los momentos de flaqueza. Bajo un caparazón algo más duro y un gesto algo más ceñudo, aquí sigo. Lo más importante de mi sigue intacto. Y sale a la luz cada vez que me siento a escribir, cada vez que mis manos acarician una baraja, cada vez que me abandono a esa pequeña lista de canciones. 

Soy más que el burgués, más que un joven emancipado. Y seguiré siéndolo después de que estas palabras ya no me identifiquen. Supongo que, por fortuna, lo más importante sobrevive a todo eso. Que queda en mi esa parte irreductible, soñadora, salvaje, irreflexiva, melancólica y estúpida que me hace ser yo mismo.

Así se cierra este capítulo. Y aún no se dónde ni como escribiré el nuevo. Pero seguro que  tarde o temprano, lo haré. Gracias por leer.

Invictus