miércoles, 4 de julio de 2012

Volar

Helen Adams Keller dijo una vez: "¿Por qué contentarnos con vivir a rastras cuando sentimos anhelos de volar?" 

Anoche, tras irme a dormir caí en un sueño reparador. Y soñé. Soñé que volaba. ¿Alguna vez os ha pasado que volais en sueños, pero solo a ras de suelo? Al principio parece que volais libres, pero pronto el suelo os atrae, y apenas podeis flotar unos centímetros por encima de el. Intentáis alzaros. Alto. Muy alto. Pero no podéis.

Mi sueño no fue así. Quise alzar el vuelo... y lo hice. Ascendí por el aire rápido, imparable, con una música que no lograba identificar acariciando mis oídos, quemándome por dentro con ansias de emoción y aventura. Como cuando era un niño.

Creo que estaba en Londres. Lo se, porque en mi alocado vuelo quise pasar cerca de London Bridge rozando temerariamente su estructura. Recuerdo que muchas personas volaban conmigo, pero yo aceleraba con una media sonrisa guasona, y los dejaba atrás. Adrenalina, velocidad, el aire en la cara. La música.

Y por supuesto, ha sido un timbre el que me ha despertado. Pero está bien. He tenido mi sueño y lo recuerdo perfectamente. No era el primero, ni será el último. No se que significará el sueño de volar para los expertos... pero tampoco me importa. ¿Para que analizarlo, cuando he podido disfrutarlo?

Y además, creo que ahora recuerdo cual era la música que sonaba. El subconsciente, haciendo de las suyas...

lunes, 2 de julio de 2012

Más de mil palabras en un millón de instantes.


Toda búsqueda de un tesoro tiene sus altibajos. La emoción de la caza. Las pistas que parecen definitivas y que llevan a un callejón sin salida. El redoblar del esfuerzo. El sentimiento de bloqueo.

Pero por fin, con una pista de más, el camino correcto. Al fin, tras cavar mucho en las playas equivocadas, con dos movimientos de la pala, se encuentra el tesoro en una playa nueva, de arena fina. Y que tesoro: un cofre lleno de palabras.

Nada es como lo esperabas. Si es que esperabas algo... Las sensaciones ante ese cofre abierto tan de par en par como un libro, se contradicen. Los secretos siguen siendo secretos. Acertijos en la oscuridad. Y al final, cierras ese cofre cargado de meses y te sientas sobre el. Como pensando... en dejarlo cerrado. O en volver a abrirlo. 

Y concluyes que nada de lo que contiene ese cofre te pertenece. No es tuyo. Solo puedes mirarlo y ser testigo de algunos de sus secretos. Y nada más.
Y yo, en el mundo real y a este lado de la pantalla, me acuerdo de mis propios secretos. De ese que escribí hace casi tres años, muy lejos de aquí, en la noche londinense. Que cosas.