martes, 19 de marzo de 2013

Más de 365 amaneceres después...

En realidad, ya hace unos días de esto. El momento fue antes de Fallas, si atendemos a la exactitud del calendario. Pero el día a día se ha mostrado tan frenético últimamente, que no es hasta hoy que por fin puedo sentarme en paz delante de una hoja en blanco.

Más de un año ya. Supongo que cada uno puede hacer sus recuentos personales. Yo recuerdo que hace más de un año que empecé con esta historia, este extraño y apasionante capítulo de mi vida que ya no puede llamarse "nuevo" sin faltar a la verdad. Aún no me lo puedo creer. 

Un año. Parece que apenas han sido un par de meses. Pero no. Hace ya un año que sólo me arranca del sueño un despertador. Ya hace un año que no es mamá la que me avisa suavemente de que ya es hora. Papá no viene tras una larga noche de fin de semana a recordarme que quien es adulto para trasnochar también lo es para madrugar. Ya no son mis hermanos pequeños los que con sus carreras dan los primeros compases del día. Ya no hay gato que venga a acomodarse y a ronronear entre mis sábanas.

Cómo ha cambiado todo. A mi yo de hace un año le habría dado vértigo. Al que escribe estas líneas le impresiona. Echando la vista atrás me veo superando obstáculos que nunca habría imaginado, pero que resultan ser parte de la vida misma. Recuerdo haber tropezado en viejas piedras, aunque algunas ya empiezan a ser un recuerdo lejano. En otros asuntos, no diré que tropecé. Me equivoqué, seguramente, sí. Tal vez me faltó madurez, experiencia, serenidad o paciencia en algunas decisiones. Quizá aprendí de la peor forma posible, pero aprendí. O eso creo. He perdido el norte en algunas ocasiones, es cierto. Me  he sorprendido siendo alguien que no quería ser. Pero hasta eso es importante descubrirlo de vez en cuando para saber que hay que calcular el rumbo de nuevo.

Me arriesgué en muchas cosas, y gané a lo grande en las más importantes. Entre estas cuatro paredes he vivido grandes momentos, mantenido sentidas conversaciones, disfrutado de historias imborrables   y escuchado preciosas  canciones. 

Os pido perdón desde aquí a aquellos a quienes os defraudé. Os agradezco también a vosotros, quienes me alumbrasteis el camino, el haberlo hecho aun cuando también pudisteis contaros entre el primer grupo de personas. Se que lo entendeis, porque eso es la vida. Caminar, caer y levantarse siendo, si es posible, mejor ser humano. Yo diré que esa sigue siendo para mi una tarea en curso.

Y en especial,  y no creáis que la brevedad hace estas líneas menos importantes, gracias a ti, papá. No sólo porque aun sea el día del padre. Alguien dijo una vez que "un padre no es quien da la vida, un padre es el que da el amor". Y yo muchas veces me acuesto deseando que si algún día Dios quiere que yo sea padre, pueda ser al menos la mitad de buen padre que tu eres para mi.

Si, creo que afuera está la ciudad ardiendo. Yo me quedaré aquí. Que sean estas pocas líneas mi Falla y mi fuego particulares.

No hay comentarios:

Publicar un comentario