lunes, 22 de abril de 2013

Melancolía

Decía Victor Hugo que "la melancolía es la felicidad que se encuentra al estar triste". Lo leí hace muchos años, cuando trataba de encontrar la explicación a mis síntomas. Ya sabéis, los dieciseis años, el primer flechazo, las primeras cartas en las que uno tan irresponsablemente se desnuda. Los primeros cabezazos contra la pared. Todo muy a flor de piel.

Y durante todos estos años, esa definición de Victor Hugo fue la mía propia. La adopté, y cada vez que sentí ese vacío insondable en el estómago, cada vez que sentía que los minutos se hacían eternos y todo era gris a pesar del brillante sol, me forzaba a recordar las palabras del autor francés. Porque sabía, ya entonces, que la melancolía es una prisión en la que no hay que dejarse atrapar. 

Anoche, sin embargo, tantos años después y tras alguna que otra batalla en mi todavía corta vida, encontré una forma mejor de definir la melancolía. Quizá no más acertada. Tal vez no tan ortodoxa y real como la que aprendí de Victor Hugo. Pero...

Tal vez porque estaba melancólico. Quizá simplemente por ser anoche, por tener estas cosas mías, por ser yo quien soy hoy en día (con mis incoherencias, mis idas y mis venidas) este soneto me gustó mucho más.

"Leyendo un libro, un día, de repente,
hallé un ejemplo de melancolía:
Un hombre que callaba y sonreía,
muriéndose de sed junto a una fuente.

Puede ser que, mirando la corriente,
su sed fuera más triste todavía;
aunque acaso aquel hombre no bebía
por no enturbiar el agua transparente.

Y no sé más. No sé si fue un castigo,
y no recuerdo su final tampoco
aunque quizás lo aprenderé contigo;

yo, enamorado, soñador loco,
que me muero de sed y no lo digo,
que estoy junto a la fuente y no la toco."


Soneto con sed, Jose Ángel Buesa

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